Knut Hamsun

Motivos para leer «Victoria» de Knut Hamsun. Nórdica.

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Victoria, de Knut Hamsun. Nórdica. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.

Mi lectura:

“De mayor quería fabricar cerillas. Sería maravillosamente peligroso, podría llegar a tener tanto azufre en los dedos que nadie querría darle la mano para saludarlo. Gozaría de gran respeto entre sus compañeros por su siniestro oficio.

“El día está llegando, amanece, una vibrante y azulada mañana de septiembre.

Los álamos susurran suavemente en el jardín. Se abre una ventana y se asoma un hombre canturreando. No lleva chaqueta, contempla el mundo como un loco sin vestir que durante la noche se ha emborrachado de felicidad.

Se aleja de repente de la ventana y mira hacia la puerta; alguien acaba de llamar. Grita: ¡Adelante! Entra un hombre.

¡Buenos días!, dice Johannes.

Es un señor mayor, está pálido y furioso y lleva una lámpara, porque aún no ha amanecido del todo.

Una vez más quiero preguntarle, señor Johannes, si esto le parece razonable, balbucea el hombre muy alterado.

No, contesta Johannes. Tiene usted razón. He estado escribiendo, me sentía muy inspirado, mire todo lo que he escrito, he sido afortunado esta noche. Pero ya he acabado. Entonces abrí la ventana y canté un poco.

Berreó, die el hombre. En mi vida he oído a alguien cantar tan fuerte, ¿entiende? Y en mitad de la noche.

Johannes coge un puñado de papeles de la mesa, hojas grandes y pequeñas.

¡Mire!, grita. Como le digo, nunca he estado tan inspirado. Era como un prolongado relámpago. Una vez vi un relámpago siguiendo a un cable telegráfico. Dios mío, parecía una sábana de fuego. Así venía hacia mí durante toda la noche. ¿Qué puedo hacer? No creo que usted tenga ya nada en contra de mí sabiendo lo que me está pasando. Estaba aquí sentado, escribiendo, ¿sabe? sin moverme ni hacer ruido, pensando en usted. Pero llegó un momento en que dejé de pensar, era como si el pecho me estallara, tal vez me levantara, tal vez me levantara una vez más en el transcurso de toda la noche a dar un par de vueltas por la habitación. Estaba tan contento…

Anoche no le oí tanto, dijo el hombre. Pero es imperdonable abrir la ventana a estas horas de la madrugada y berrear de esa manera.

De acuerdo. Sí, es imperdonable. Pero ya se lo he explicado. Debe saber que he pasado una noche sin igual. Ayer (…)

Bueno, no quiero hablar más con usted, dice el hombre, irritado y desesperado. He hablado con usted por última vez.

Johannes lo retiene en la puerta.

Espere un momento. Debería haber visto cómo se le ha iluminado la cara, como por el sol. (…)

La ciudad entera duerme aún.

Sí, es temprano. Quiero regalarle algo. ¿Lo acepta? Es de plata, me la han regalado. Una niña a la que un día salvé la vida me la regaló. ¡Tenga! Caben veinte cigarrillos. ¿Ah, no? ¿No quiere aceptarla? Entiendo, usted no fuma, debería probarlo. ¿Puedo ir a verlo mañana para pedirle disculpas? Me gustaría hacer algo por usted, rogarle que me perdone…

Buenas noches.

Buenas noches. Me acuesto ya. Se lo prometo. No saldrá de este cuarto sonido alguno. Y tendré mucho cuidado en el futuro.

El hombre se marchó.

De repente Johannes volvió a abrir la puerta y añadió:

Por cierto, me marcho. No le molestaré más, me marcho mañana. Se me había olvidado decírselo.

No se marchó. Varios asuntos lo retenían, tenía algunas gestiones que hacer, algo que comprar, algo que pagar, llegó la mañana y llegó la noche. Johannes deambulaba como enajenado.”

Victoria, Hamsun, Nórdica

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